lunes, 20 de agosto de 2012

Maná Cuenta el abuelo que de niño el jugó Entre árboles y risas y alcatraces de color Recuerda un río transparente si olores, Donde abundaban peces, no sufrían ni un dolor Cuenta mí abuelo de un cielo muy azul, En donde voló papalotes Que él Mismo construyó El tiempo pasó y nuestro viejo ya murió Y hoy me pregunté después de tanta destrucción ¿Dónde diablos jugarán los pobres niños? ¡Ay ay ay! ¿en dónde jugarán? Se esta quemando el mundo Ya no hay lugar La tierra está a punto de partirse en dos El cielo ya se ha roto, ya se ha roto el llanto gris La mar vomita rios de aceite sin cesar Y hoy me pregunté después de tanta destrucción ¿Dónde diablos jugarán los pobres Niños? ¡Ay ay ay! ¿En dónde jugarán? Se esta quemando el mundo Ya no hay lugar ¿Dónde diablos jugarán los pobres nenes? ¡Ay, ay ay! ¿En dónde jugarán? Se esta quemando el mundo Ya no hay lugar no hay lugar neste mundo

viernes, 10 de agosto de 2012

mmmnice.blogspot.com

Luvias eran las de antes

-¡Qué manera de llover! –dijo el mono. -¿Llover? Ja –dijo el sapo-, no me haga reir m´hijo. Lluvias eran las de antes. -¿Sí, don sapo? -Si sabrá de lluvias este sapo. Figúrese que yo supe estar en el diluvio universal -¿En el diluvio universal? -Y en otro montón de diluvios. -Cuente, don sapo; ¿cómo eran las lluvias de antes? -Los que andaban tristes eran los tigres. Apenas veían una nubecita en el cielo y ya corrían a esconderse. -Entonces los tigres de ahora son más valientes. -¿Tigres de ahora? Ja. No me haga reir. Tigres eran los de antes. -¡Pero le tenían miedo a la lluvia! -¿Miedo? Qué iban a tener miedo. Es que llovía tan fuerte que se les borraban las manchas. ¡Si sabrá de tigres este sapo! -¿Y usted andaba en medio de los tigres? -¿En medio? No, m´hijito. En medio no. Arriba de los tigres, domándolos. Fui el mejor domador de tigres de mi época. -¿Y no lo asustaban los rugidos? -¿Rugidos? ¡Quién les habrá enseñado a rugir sino este sapo! Y eso que rugidos eran los de antes. ¡Qué manera de rugir! Parecía que era el fin del mundo ¡Qué tiempos los de antes! -Me dan envidia, don sapo. Pero ésta es también una época peligrosa. -¿Peligrosa? Peligros eran los de antes. Pero toda gente valiente. Y más los sapos. Este mundo ha cambiado, m´hijo. Un ruido de hojas y de ramas quebradas se oyó entre los árboles, y el sapo, de un salto, se zambulló en la laguna. -Eh, don sapo –dijo el mono-, no dispare que es sólo un tigre. El sapo asomó los ojos en medio de la laguna y contestó: -¿No le dije que el mundo está cambiando? ¡Sapos eran los de antes! Gustavo Roldán

martes, 7 de agosto de 2012

"Monigote en la arena" La arena estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento. Laurita apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo: —Por ser tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo. Con la punta del dedo dibujó un monigote de seda y se fue. Monigote quedó sólo, muy sorprendido. Oyó cómo cantaban el agua y el viento. Vio las nubes acomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles. —Hola— dijo monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena. El agua lo oyó y se puso a mirarlo encantada. —Glubi glubi; Monigote en la arena es cosa que dura poco— dijo preocupada y dio dos pasos hacia atrás para no mojarlo —¡Qué monigote más lindo, tenemos que cuidarte!. —¿Qué? ¿Es que puede pasarme algo malo?— preguntó Monigote tirándose de los botones como hacía cuando estaba nervioso. —Glubi glubi; monigote en la arena es cosa que dura poco— repitió el agua y se fue a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar. —Flu flu— cantaron las nubes —monigote en la arena es cosa que dura poco. Vamos a preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo. Monigote seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas. —Crucri crucri— cantaron las hojas voladoras —monigote en la arena es cosa que dura poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre? El agua tendió su cama de burbujas para no mojarlo. Las nubes se fueron hasta la esquina para no rozarlo. Las hojas ni hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las hormigas hicieron otros caminos. Monigote se sintió solo, solo, solo. —No puede ser— decía con vocecita de castañuela de arena —todos me quieren pero porque me quieren se van. Así no me gusta. Hizo cla, cla, cla para llamar a las hojas voladoras. —No quiero estar solo— les dijo —no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy un monigote de arena. Juguemos y si me borro, por lo menos me borraré jugando. —Crucri crucri— dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer, pero en ese momento llegó el viento y armó un remolino. —¿Un monigote de arena?— silbó con alegría —Monigote en la arena es cosa que dura poco. Tenemos que hacerlo jugar. Cla, cla, cla, hizo el monigote porque el remolino era como una calesita. Las hojas voladoras se colgaron del viento para dar vueltas. El agua se acercó tocando su piano de burbujas. Las nubes bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol. Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela. Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento